Año nuevo, libro nuevo y misma carreta de siempre.

La verdad sea dicha: para las personas adictas a los libros como yo, un nuevo año significa todo un nuevo calendario a llenar con lecturas y posibilidades de «sano» entretenimiento (mis extractos de tarjeta de crédito NO son saludables, en absoluto). En mi caso, con la llegada del 2015 mi lista de metas por cumplir tiende a salir del promedio, no se trata de elegir cuántos kilos voy a perder, decidir a cuántos amigos voy a borrar de Facebook antes de que ellos me eliminen a mí y mucho menos de en cuánto mejoraré mi tiempo en la Carrera de la Mujer (evento en el que por supuesto, suelo desencajar por mi físico más cercano al de una ratona de biblioteca poco agraciada que al de la ágil y veloz leona que siempre quise ser y que claramente no soy, shit happens) No, de lo que quiero hablar al inicio de un año es de cuántas páginas leeré y a cuántas industrias cinematográficas les ganaré la carrera de la sorpresa (carrera de la sorpresa: saber cómo es posible que termine una película por el simple hecho de ya haber leído el libro en que se basó) y para ello se necesitan libros….

Hermosos.

Dulces.

Cautivadores.

Con olor a rico.

Jodidamente costosos.

Libros.

Punto.

No hablo de los libros que /todo el mundo/ lee sino aquellos que harán de /mi/ año algo diferente, porque ¿no sería realmente triste un mundo en el que todos leyeran exactamente lo mismo y compartieran todas y cada una de las opiniones al respecto sin permitirse ser críticos por una maldita vez? tal vez sea por eso que decidí crear este blog, para hablar de lo que me gusta y lo que no, para opinar opinar y seguir opinando, eso sí, con uno que otro argumento de peso por allí (no mamá, no estoy diciendo que mis 8 semestres de Estudios Literarios se vayan a sustentar con la existencia de este blog, pero al menos tu niña volverá a «escribir»…)

Muchos inician sus años con deudas; yo, con deudas, una montaña de libros por leer y un blog esperando que lo llene con palabras sobre dichos libros. Puedo vivir con eso, supongo.

Y usted, señor lector que por infortunios de la vida terminó por aquí, ¿puede vivir conmigo y mi carreta?

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