Verdad. Belleza. Libertad. Amor: crónica de una noche en «Moulin Rouge- The Musical»

¡Buenas, buenaaaaaas!

Dios santo, siento que han pasado décadas desde la última vez que tuve el valor y las fuerzas para sentarme a escribir algo para luego compartirlo con ustedes por aquí, y es que la presión y la ansiedad a veces nos juegan tan malas pasadas que olvidamos el porqué de estos espacios y su propósito principal de darnos un respiro y algo de alegría en medio de todo lo que pasa a nuestro alrededor. Por mucho tiempo tuve miedo de escribir, me importaban demasiado los números, el SEO, las visitas, y reencontrar mi valor como escritora más allá de las cifras y estadísticas es un proceso en el que sigo trabajando, así que bueno, ya veremos cómo me va con todo esto.

Precisamente, es la emoción y la vida misma lo que me trae de regreso, pues recientemente tuve la dicha de vivir una experiencia única, que en verdad merece ser compartida y que me ayudó muchísimo a reconectar con mi esencia como humanista, como creadora y como ser humano, así que bueno, prepárense para acompañarme a recordar una de las mejores noches de mi vida en esto que se llama Moulin Rouge: The Musical:

Antes

Todo empezó hace unos meses, cuando en compañía de mi pareja estábamos preparando la agenda de actividades que queríamos hacer durante mi visita a Los Ángeles, y él decidió regalarme boletas para que la noche de mi cumpleaños fuéramos juntos a ver el musical de Moulin Rouge en el Pantages Theater de Los Ángeles. Tras meses de mucha planeación y emoción, por fin llegué a Los Ángeles y comenzó un verano increíble, lleno de actividades, libros e historias, y aunque todo ha sido muy bonito, lo cierto es que NADA me preparó para la felicidad que experimenté la semana pasada cuando me puse mi vestido rojo diseñado especialmente para la ocasión y volvimos al Pantages, (teatro que el año pasado nos recibió con el poder de Hamilton), esta vez para cantar y llorar con una historia de amor, tragedia y arte que llevaba esperando ver en formato musical desde hace más de diez años.

Quienes han leído alguno(s) de mis posts en este blog se habrán podido dar cuenta de que soy una romántica empedernida, y la película de Moulin Rouge en definitiva está dentro del top 5 de mis cintas favoritas de todos los tiempos, así que la expectativa por ver su adaptación al formato musical era total, y desde su estreno en Broadway el 10 de julio de 2018 supe que era una obra que necesitaba ver, así que lloré de felicidad en cuanto supe que estarían de gira en LA durante mi estadía en esta ciudad.

Ir al Pantages en verano es una invitación a pausar el ritmo ajetreado de calor y movimiento para entrar en un espacio casi que sagrado, en el que cada esquina, cada columna y cada rincón parecieran decir «Bienvenidos de regreso», y es que debido a la pandemia este recinto tuvo que cancelar o aplazar muchas de sus producciones, de allí que poder asistir por fin a obras como Hamilton, Moulin Rouge y próximamente Mean Girls o The Book of Mormon sea un nuevo respiro para el teatro también, y como espectadores creo que nunca volveremos a dar por sentado el valor preciosísimo de poder ir a estos espacios.

Una fotico antes de entrar…

En materia de precios, en el caso de Los Ángeles las boletas para Moulin Rouge oscilan entre los 45 y los 115 dólares por persona, siendo las sillas del centro la zona más costosa, mientras que las filas laterales resultan un poco más asequibles, y lo cierto es que la visibilidad es espectacular sin importar la silla, confíen en mí que estuve en maso en la octava fila desde el escenario hacia el lateral izquierdo y vi todo per-fec-to.

Volviendo a esa noche, luego de encontrar espacio en el parqueadero (que convenientemente estaba al lado de la tienda Funko), al llegar al teatro nos pidieron usar tapabocas debido al aumento de casos de covid en California, hecho que no nos importó en absoluto, pues la obra lo vale.

Al entrar al teatro, en la audiencia predominaban los vestidos largos, con lentejuelas, brillos, e incluso algunas mujeres llevaban tocados de plumas, sentía como si nos hubiéramos transportado a París y estuviéramos a punto de entrar al Moulin Rouge real, y creo que estar rodeada de una audiencia igual de comprometida con el tema de la obra fue clave para conectar aún más con el musical.

Por supuesto, la boutique oficial nos esperaba con cuanta chuchería puedan imaginar, desde tote bags hasta camisetas, collares y joyas de lujo con temas de la obra, y como buena turista que soy me dejé un riñón en camisetas, un imán para la nevera y la tote bag, pero es que de nuevo, esta es una de mis películas favoritas, así que no lo lamento en absoluto.

Por protocolos de covid, muchos sitios de conciertos o eventos masivos se niegan a aceptar pagos en efectivo, así que si van a venir, traigan siempre sus tarjetas…

Luego de comprar mis recuerditos, fuimos a tomarnos algunas fotos frente a un mural precioso que además tenía en exhibición el Premio Tony a Mejor Musical, que ganaron en el año 2021 junto a otras 9 estatuillas, como una premonición de la calidad del show que estábamos a punto de ver.

Mi vestido rojo estaba inspirado en Satine.

En cuanto dieron ingreso, ese primer contacto visual con el escenario me dejó sin aire: a la izquierda, el icónico molino (después de todo, Moulin Rouge traduce precisamente eso, Molino Rojo), y a la derecha el icónico elefante de la cinta de Baz Luhrmann del año 2001 en que se basa el musical. Por su parte, en el centro predominaba un escenario rojo, sensual, con luces que de inmediato te anunciaban una noche donde todo-podía-pasar, y una orquesta que poco a poco comenzaba a construir tensión y a transportarnos a esa época nostálgica y prohibida donde transcurre la obra.

Decir que era un escenario precioso es quedarme corta…

A medida que se fueron opacando las luces y todos ocupamos nuestros asientos, sostuve la mano de mi pareja, apagué el celular (estaba prohibido tomar fotos o grabar) y me dejé llevar.

Durante

Como suelo hacer a la hora de ver musicales, y una primera recomendación que les hago si se animan a ir a esta obra, es que, en lo posible, eviten escuchar el soundtrack antes de ver esta producción, ya que la puesta en escena trae algunos cambios y sorpresas musicales bien interesantes en relación a la cinta original, y creo que vale la pena escucharlos en vivo y dejarse sorprender en el momento.

De la mano de Courtney Reed y Conor Ryan en los roles de Satine y Christian, conocimos (o volvimos) al cabaret más famoso de París, cuna de bohemios, poetas, pecados y tragedias que tantos años después seguimos cantando y llorando. Bajo los ideales de Verdad, Belleza, Libertad y Amor, fuimos testigos del surgimiento de este amor prohibido entre el apasionado y dulce Christian, un poeta y compositor que llega de Estados Unidos para abrazar la vida bohemia de la París de finales del siglo XIX, y la coqueta e imponente Satine, una mujer soñadora, fuerte y decidida, la joya más codiciada del cabaret, que en secreto lidia con una aparente sentencia de muerte rodeándola en cada show, en cada baile y en cada noche que comparte con su amado.

Fuente: LA Times

Este romance permanentemente amenazado por los celos del Duque de Monroth (interpretado por David Harris), los problemas de salud de nuestro Diamante y las diferencias entre los mundos de Christian y Satine se convirtieron en el trasfondo perfecto para un despliegue de más de 70 canciones sobre el amor, la vida bohemia, la libertad, y finalmente, el dolor de la tragedia y la pérdida. En cada uno de los números se combinaron secuencias de baile increíbles con un vestuario precioso y unas actuaciones que lograron distanciarse un poco de las bases que Ewan McGregor y Nicole Kidman sentaron al interpretar a los protagonistas, para darles un giro mucho más contemporáneo y complejo.

Por su parte, personajes como Nini, el Duque o Toulouse nos presentaron unas facetas algo distintas de las que vimos en la película, y le dieron unos matices mucho más profundos a la historia, haciéndola aún más trágica y emotiva, con canciones en solitario que nos ayudaron a entender mejor sus roles dentro de la historia de Christian y Satine, y que en cierta medida reivindicaron ese rol de «villanos», para darle peso a una idea muy propia de las artes del siglo XIX, y es el reconocimiento de que nadie es del todo «bueno» o «malo», sino que somos seres extremadamente complejos y que solo estamos haciendo lo mejor que podemos con lo que nos tocó vivir.

Sin entrar en mayores spoilers, puedo decir que mis escenas favoritas fueron el número de apertura, el medley de Christian y Satine y mi eterna favorita, la escena de los Bohemians conociendo al «Hada Verde», un momento clave si vieron la cinta, y que aquí recibe un nuevo tratamiento que me conmovió hasta las lágrimas, aunque bueno, si de llorar se trata, lo cierto es que lloré de principio a fin, eso en mí ya no es novedad, pero lo que sí fue la sorpresa de la noche es que mi pareja llorara del modo en que lo hizo, y creo que dice mucho de lo emotiva y conmovedora que es la obra.

Fuente: LA Times

Después

Al finalizar este viaje musical mi corazón latía desbocado y mis manos estaban llenas de pañuelos empapados de lágrimas, pero en cuanto la compañía realizó su número final y sus venias, de algún modo me las ingenié para aplaudir con todas mis fuerzas. El teatro entero se puso de pie, del techo empezó a caer una lluvia de confetti en forma de corazones rojos y fucsias, y yo gritaba, saltaba, aplaudía y alentaba a una compañía de aproximadamente 35 personas que durante las últimas dos horas y media nos habían llevado de regreso a la Belle Époque, y por ello les estaba tremendamente agradecida.

Menos mal aquí ya dejaron tomar fotos…

Aún hoy, varios días después, mientras escribo estas líneas y selecciono las mejores fotos para compartir con ustedes, vuelvo a ese momento, a ese aplauso y a esa energía que te queda en el cuerpo después de asistir a un evento por el que esperaste tanto tiempo, y ese regreso al «mundo real» que se siente agridulce porque terminó algo especial, pero que también te llena el alma porque sabes que no eres el mismo de antes de entrar al teatro, y esa chispa, ese calorcito y esa energía de cantar y bailar y vivir es algo que quiero conservar en mi existencia por tanto tiempo como me sea posible.

En definitiva, Moulin Rouge: The Musical es una experiencia que no deja indiferente a nadie, que desde sus diferencias y nuevas adiciones a la historia original logra traer de regreso una historia que pedía ser llevada a las tablas, que merecía ser cantada en vivo y con una audiencia libre, enamorada y bohemia, y si alguna vez la vida me ofrece la oportunidad de volver a ver esta adaptación, ya sea en Broadway o en donde sea que me encuentre en un futuro, créanme que lo haré, una y otra vez.

Me despido por hoy invitándolos a que me cuenten en nuestro Facebook e Instagram si les gustó esta crónica viajera y si quisieran que les compartiera algunas otras aventuras de mi verano en California. También, los animo a que llenen sus vidas de Verdad, Belleza, Libertad y Amor. Sobre todo de eso último.

Si tenemos Amor, lo tenemos todo.

Si no le gusta, no lea, y si le gusta, ¡comparta!

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